Hoy en día entendemos que la personalidad es una serie de rasgos mentales que permiten distinguirlo de los demás, y que además son más o menos fieles a sí mismos a lo largo del tiempo. Sin embargo, la personalidad puede cambiar, modificarse paulatinamente a partir del tiempo y de las experiencias vividas.

Si bien la personalidad puede, en cierta medida, predecir o determinar cómo nos comportaremos ante diferentes situaciones, no podemos pretender que la exactitud sea al cien por cien. La complejidad del ser humano y la inmensa cantidad de factores que intervienen en nuestra manera de actuar hacen imposible la identificación de un único predictor de comportamiento.

Por lo tanto, decimos que, la personalidad es el resultado de una suma de patrones conductuales que vienen determinados por factores muy diversos: cognoscitivos (de inteligencia), carácter o sector conativo, de temperamento y también somáticos. Pero además de todo esto existe otro importante factor de influencia configurado por el contexto familiar y social: influencia de los padres, nivel socioeconómico en el que se encuentra inmerso el individuo y, por supuesto, la escuela y el sistema educativo en general.

Todos nosotros sabemos, o al menos intuimos, que nuestra personalidad influye en cómo nos enfrentamos a los obstáculos, tratamos a los demás o celebramos los objetivos que logramos. Sin embargo, lo que conocen menos personas es que la personalidad no es un conjunto de rasgos inmutables o permanentes que nos determinan. Es verdad que en nuestra personalidad hay una importante carga genética, pero eso no significa que no podamos moldearla de muchas maneras.

Por lo tal, cada una de nuestras características de personalidad nos hace diferentes, únicos y especiales. Aunque cuando estas mismas características nos ponen trabas para conseguir un trabajo, mantener una relación de pareja o hacer amigos quizás nos plateen un reto: el de modificarlas para que soplen a nuestro favor.

Desde el momento de nacer, cada persona ya tiene marcados algunos rasgos de su propia personalidad, la cual se irá estructurando con el paso del tiempo, teniendo una gran influencia las interacciones del individuo con el resto de personas y con su integración con los grupos y estructuras sociales.

Asimismo, la personalidad permite construir una identidad propia y adaptarse al mundo y al entorno. Caracteriza a las personas y las hace únicas. Incluye rasgos tanto positivos como negativos (o más bien, considerados socialmente así), como por ejemplo la empatía, la solidaridad, la ira, el optimismo, el pesimismo, la alegría, el malhumor, la sinceridad, la honestidad, el rencor, etc.

Definitivamente, la personalidad es un factor que influye al ser humano en todo lo que este hace. Es un determinante el cual establece múltiples factores que intervienen en la conducta de cada individuo y por ende no puede dejar de ser tenido en cuenta para ningún tipo de investigación que involucre al ser humano.

 

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