El miedo es una respuesta emocional inducida por una amenaza percibida, la cual causa un cambio en las funciones de nuestro cerebro y organismo, al igual que en nuestro comportamiento. El miedo puede llevarnos a ocultarnos, a escapar o a “congelarnos” totalmente. El miedo puede originarse de una confrontación o evitando una amenaza o puede aparecer como un descubrimiento.
Evidentemente no solo sentimos miedo cuando peligra nuestra salud física, es mucho más frecuente y común que estemos alerta de nuestra salud emocional. Los peligros más habituales que experimentamos en el día a día son las inseguridades. Una persona puede sentir miedo al tratar de establecer un vínculo de confianza con otras personas, o al presentar un proyecto de trabajo o al proponer una idea ante su jefe. Siempre, en la raíz del miedo, se encontrará la sensación de que nos encontramos ante una situación de la que vamos a salir afectados o heridos.
Cuando el miedo es paralizante
Sin embargo, cuando el miedo surge como una respuesta exagerada ante una situación que no se reconoce como peligrosa (para todo los demás, claro… para ti es un mundo), tenemos un problema. Y lo es porque el miedo desemboca en un malestar innecesario, en una preocupación constante y casi en una obsesión. Todo ello, como ya hemos hablado, te paraliza y te impide sacar todo tu potencial.
Esa parálisis, ese freno a tu crecimiento y desarrollo personal, es la consecuencia de una serie de efectos sobre tu cuerpo y sobre tu mente. Veamos algunos ejemplos:
Efectos físicos del miedo
Tu cuerpo entra en alerta y activa el sistema nervioso simpático, parte encargada de la activación física de huida o de enfrentamiento. Tu corazón bombea más sangre, la adrenalina se dispara, los músculos entran en tensión, tus pulmones envían más oxígeno y, uno de los efectos que más te sonará: el estómago se cierra.
¿Te ha ocurrido que en mitad de una situación así, te quedas bloqueado? Seguramente, como a todos. Resulta que, si bien el cuerpo se prepara para huir o enfrentarse, los efectos del miedo en tu mente pueden llegar a bloquearte hasta en momentos en donde lo último que te conviene es quedarte parado. Por eso es conveniente saber identificar y gestionar los miedos como respuesta ante una situación. En otras palabras: necesitas controlar tu mente.
Efectos emocionales del miedo
Las consecuencias del miedo sobre tu mente pueden ir desde el agobio, el malestar, el estrés. Hasta la derivación en insomnio, ataques de ansiedad, caída en picado de tu autoestima, pérdida absoluta de confianza, inseguridad, vulnerabilidad o culpabilidad.
Sentimientos y emociones todas ellas provocadas por una visión irreal de la situación. Afectan a la forma en la que percibimos la realidad, creyendo que el mundo es un lugar inseguro, que todas las personas son peligrosas, o que nada tiene sentido.
Entramos en una espiral de queja, de victimismo, incluso de intento obsesivo de control o reacciones agresivas o imprudentes a fin de evitar ese ataque irreal que creemos que vendrá.
Vivir en ese estado, además de agotador e insoportable, es absolutamente insano. Y no solo para tu mente, también para tu cuerpo, como demuestran muchos estudios que aseguran que un estado duradero de ansiedad o estrés deriva en síntomas físicos tales como: dolor abdominal, mareo, dolores de cabeza, fatiga…
Si quieres vivir en paz y de una forma más sana, aprende a gestionar tu miedo o él se hará con el control de tu vida. Recuerda: tener miedo es inevitable, pero superarlo es una decisión.