• Autoconciencia

Consiste en analizar la capacidad de conocimiento que cada individuo tiene de si mismo, a fin de establecer el contacto con nuestros propios sentimientos y poderlos diferenciar entre ellos con el objetivo de orientar nuestra conducta a lo que necesitamos y deseamos. Las personas que poseen una mayor comprensión de sí mismos y una más clara certeza de sus diferentes emociones saben dirigir y manejar mejor y de forma mucho más eficaz sus propias vidas.

  • Autocontrol

El autocontrol emocional nos da la capacidad de poder demorar la satisfacción y de poder obtener refuerzos a medio largo plazo demorando las gratificaciones momentáneas y así poder sofocar la impulsividad que en algunos momentos tanto nos perjudica.

Con mayor autocontrol podemos autorregular nuestras emociones y sentimientos y ser más prácticos socialmente, en momentos generadores de estrés o en aquellos momentos que “se necesita tener la cabeza fría”.

  • La motivación

La motivación y la emoción no nos deja indiferentes, sea cual fuere, nos moviliza hacia algún sitio. La motivación es una fuerza que nos impulsa, nos da energía adecuada para emprender y alcanzar las metas que nos propongamos. Y las emociones nos dan información sobre nosotros mismos y nuestros estados de ánimo, porque son reacciones de informaciones que recibimos del exterior y nos hacen reaccionar. Por eso en casi todos los órdenes de la vida la motivación y la emoción son claves de cualquier logro y progreso. La motivación puede ser intrínseca o extrínseca, dependiendo si viene generada de uno mismo o de tu entorno, pero está demostrado que la automotivación es la que mayor satisfacción genera, y de la que poseemos mayor control.

 

  • La empatía

La empatía consiste en entender la realidad existencial del “otro”, “ponerse en su lugar”, “caminar en sus zapatos”…intentando ponerse a uno mismo entre paréntesis dejando a un lado nuestras creencias, valores, experiencias, siendo lo más neutro y abiertos posibles.
Con ello podemos para detectar las señales externas que nos indican lo que necesitan o quieren los demás. Esta habilidad emocional es fundamental en las relaciones sociales, en las relaciones con los demás y en la vida.

 

  • Las Habilidades sociales

Las habilidades sociales son, junto con la empatía, la capacidad que podemos tener y aprender las personas para manejar y desenvolvernos de forma adecuada en las relaciones con los otros, y dirigirnos hacia la dirección que se desee ya sea buscando un acuerdo, conocer a una persona o ayudar a un ser querido.
Las claves de la educación emocional

 

  • Aprender a conocer y nombrar las emociones. Es importante que nuestras hijas e hijos les pongan nombre a sus emociones y entiendan que todas son legítimas. De esta manera, Begoña Ibarrola explica que “si empiezan a aprender un mínimo vocabulario emocional, ya están empezando a controlar sus emociones”. De esta manera, Begoña añade que “pasar de una rabieta cuando el niño no sabe hablar a que diga que está muy enfadado ya es una diferencia notable”.

 

  • Aprender a conocerse y a quererse. Para aplicar esta herramienta, Ibarrola insiste en que los padres tienen que comprender que hasta los seis años la autoestima no es “auto”, es decir, la estima que tienen nuestros hijos sobre sí mismos se basa en lo que les decimos los padres y demás personas de su entorno. Por ello, hay que animarlos a que se enfrenten a retos, ayudar a que descubran sus puntos fuertes y los débiles, en definitiva, que se valoren y se quieran para asumir su propio poder, pero reconociendo también sus errores.

 

  • Aprender a manejar la frustración. Los niños tienen que, por una parte, aprender que existen distintas formas de enfrentarse a las frustraciones y, por otra, asumir que todo no está en sus manos. Para entender este punto, Begoña Ibarrola lo ejemplifica con un caso práctico: imaginemos que nuestra hija quiere ir a la montaña el fin de semana con sus amigas, pero llueve mucho y no es buena idea. En esta situación, habría que decirle a nuestra hija que no controla el tiempo, que entienda que es algo que escapa a su competencia, y tener siempre en mente un plan B por si el plan principal no se puede llevar a cabo.

 

  • Aprender a regular sus emociones. Esto no quiere decir que haya que reprimirlas, se debe permitir que las emociones se expresen sin que nuestros hijos exploten, es decir, encontrar un término medio entre no hablar de sentimientos y expresarlos de malas maneras. En el caso de que nuestro hijo tenga una rabieta, es importante no permitirle el capricho (porque asimilará que teniendo esa reacción acaba consiguiendo lo que quiere), pero nuestra negativa tiene que basarse en la serenidad y no en la descalificación.

 

  • Aprender a entrar en calma. Es necesario que sepan relajarse y auto controlarse tras un enfado. Begoña Ibarrola insiste en la importancia de que nuestros hijos e hijas aprendan a volver al equilibrio después de un momento de caos, y destaca las técnicas de relajación, los hobbies, el contacto con la naturaleza… como elementos de prevención para el autocontrol, no solo útiles para los niños, sino también para los adultos.

 

  • Aprender a pensar en positivo. Si enseñamos a los niños a tener una actitud optimista, a ver el vaso medio lleno “van a ser muchísimo más felices, pero además también van a estar más sanos, porque está demostrado que las personas optimistas viven más”. Pero no solo eso, las personas optimistas también suponen un “chute de vitaminas” para quienes les rodean.

 

  • Aprender a resolver conflictos. Begoña Ibarrola propone distintos consejos para conseguir este objetivo. En primer lugar, enseñar a nuestros hijos a que no hay que tener miedo a los conflictos, que estas situaciones no son patológicas, que se trata de momentos de crecimiento que se pueden aprovechar para adquirir enseñanzas. En segundo lugar, es importante distinguir la magnitud del problema y ayudarles si se trata de algo que no pueden solucionar por sí mismos. También es importante poner el foco en las soluciones para evitar que nuestros hijos empiecen a darle vueltas al problema y acaben haciéndolo más grande de lo que es. En este sentido, cobra mucha importancia el dialogo como herramienta clave para la resolución de conflictos, así como que también nos vean a los adultos resolviendo situaciones conflictivas del día a día y nos tomen como ejemplo.

 

  • Aprender a ser asertivo. La asertividad es una habilidad muy importante, que se puede entrenar, y que consiste en comunicar lo que pensamos sin ponernos por encima o herir a los demás. Esto implica saber decir que no, aprender a no ceder a la voluntad de los otros, pero también significa asumir las consecuencias que se puedan derivar de cada decisión tomada. Begoña Ibarrola defiende la importancia de ser asertivo pero advierte de que esta cualidad está condicionada por la autoestima que tienen nuestros hijos, pues “si no se quieren, si no se valoran, es muy difícil que sean asertivos”.

 

  • Aprender a ser empáticos. Ser capaz de ponerse en el lugar del otro, comprender las razones que motivan a las personas y ser sensible a las necesidades de los demás es una cualidad clave para la prevención de la violencia. No obstante, a veces los niños son capaces de sentir empatía por personas lejanas y ser muy solidarios, pero en cambio son crueles con su amigo o con su hermana. Esto se debe intentar evitar mediante el proceso de aprendizaje de la empatía, enseñando a los niños y niñas a que se den cuenta de los gestos, el tono de voz de los demás, su expresión…, y así sepan cuándo está su amigo sufriendo o cuándo alguien necesita su ayuda.

 

  • Aprender el mapa de la vida. Begoña Ibarrola explica esta última herramienta poniendo el foco en que nuestros hijos tienen que marcarse una hoja de ruta, unos objetivos, tienen que averiguar qué les gusta y qué quieren hacer en el futuro. “Yo te enseño el mapa, tú transitas por el territorio”, asegura Ibarrola.

 

 

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