Aunque todo nuestro sistema laboral se basa en que la motivación es un mecanismo totalmente racional—seremos más productivos si obtenemos un mayor beneficio a cambio, recientes estudios indican que esto no es así. La motivación extrínseca solo funciona hasta que conseguimos cubrir un nivel de vida que consideramos aceptable. Cuando nuestras necesidades básicas están cubiertas, un incremento en los ingresos ya no produce un aumento de felicidad en la misma medida.
En la mayoría de los casos, el refuerzo de la motivación extrínseca solo produce un aumento de productividad a corto plazo. A largo plazo puede ser incluso negativo, ya que hace que la intrínseca disminuya, produciendo el efecto contrario: menor productividad. Esto no quiere decir que haya que eliminar esta clase de motivación, sino que hay que utilizarla hasta donde es útil. Y sólo suele ser útil para incentivar a la gente a hacer tareas rutinarias y aburridas, que no suponen ningún reto.
Hoy en día, la mayoría de los trabajos son lo suficientemente complejos e interesantes para que la gente pueda disfrutar tanto de su trabajo como de su tiempo de ocio.
Así debería ser. Pero para ello se debe crear un entorno adecuado que permita motivar a los trabajadores apelando a sus necesidades internas, a su deseo natural de aprender, de cooperar con los demás, de ser respetados.
¿Qué hace falta para encontrar esta motivación?
Sensación de significado. Debemos tener un compromiso hacia un propósito importante, significativo.
Sensación de elección. Nos gusta poder elegir el camino y la forma de cumplir el propósito, que no nos lo impongan. Nos gusta ser autónomos.
Sensación de competencia. Nos gusta sentir que somos buenos haciendo lo que hacemos, y que lo que hacemos nos permite mejorar nuestras habilidades.
Sensación de progreso. Es importante darnos cuenta de que estamos progresando en el cumplimiento de nuestro propósito.
No cabe duda de que la gente es mucho más productiva cuando hace lo que realmente quiere.
Utiliza esto para encontrar tu propia motivación.
¿Cuál es el propósito de tu trabajo?
¿Tienes la libertad suficiente para hacerlo a tu manera?
¿Tienes la competencia necesaria para hacerlo bien?
“para conseguir eso que quiero hacer, ¿qué puedo hacer para conseguirlo?”. Cuando nos planteemos lo que podemos hacer, estamos incentivando la necesidad de sentirnos competentes y el control en lo que hacemos, y nos estamos colocando en el asiento de conductor de nuestra vida. Está en nuestra mano elegir hacer bien nuestro trabajo, elegir ayudar a otra persona, elegir buscar más información para aprender un poco más…
Obviamente, no en todas las situaciones vamos a poder aplicar este cambio de perspectiva, pero sí puede ser útil reflexionar sobre el por qué hacemos las cosas y cómo podemos cambiar aquellas que no nos hacen sentir bien y son modificables.
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