Hasta no hace muchos años, procrastinación era una palabra que no conocía casi nadie por fuera del ámbito de la psicología y otras disciplinas dedicadas a estudiar el comportamiento humano. En los últimos años, sin embargo, se ha difundido a gran velocidad. Tal vez porque la vida moderna, tan cargada de distracciones y estímulos nuevos, no hace cada vez más procrastinadores.

Por lo tanto, podríamos definir la procrastinación como posponer un deber, o quitar tiempo a una obligación para destinarlo a otra. En definitiva, el arte de dejar para mañana lo que se debería haber resuelto hoy.

Si bien no es un trastorno, los niveles elevados de procrastinación se asocian con problemas más importantes, como un aumento en el estrés y la ansiedad, bajo rendimiento escolar y laboral y el empeoramiento de algunas enfermedades. Incluso, según varios estudios un 95% de la gente cae en ella en un momento u otro. Y no sólo nos afecta a nivel individual, también afecta a nuestros compañeros y colaboradores.

Pero, a pesar de no ser siempre conscientes, procrastinar afecta negativamente a nuestra productividad. Ya que esta, a lo largo del tiempo, incide negativamente en nuestra autoestima. La no realización de las tareas pendientes hace que nos enfademos con nosotros mismos, y que nuestro autoconcepto sea negativo.

En un primer momento, lo que podemos sentir al posponer la actividad puede ser alivio, al reducirse la ansiedad de tener que llevarla a cabo. Pero pasado un periodo de tiempo, incluso habiéndola vuelto a posponer, la emoción que aparece es la culpa.

En general, las emociones que se originan son opuestas a cuando las tareas se posponen. Es decir, llegamos a sentirnos satisfechos con nosotros mismos, contentos con nuestra actuación, capaces, etc. estas emociones inciden de manera positiva en nuestro autoconcepto ayudándonos a tener una autoestima más sana.

Procrastinar no es una característica irreversible, es un hábito que hemos adquirido y del que desconocemos sus consecuencias negativas en nuestra manera de vernos. A través del entrenamiento seremos capaces de modificar dicha conducta y de gestionar nuestro tiempo de una manera más eficaz, productiva y satisfactoria.

 

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