Las emociones son estados afectivos que generamos dependiendo de las interpretaciones que hagamos de las situaciones que vivimos y por otra parte nos dictan el tipo de comportamiento necesario a desarrollar para satisfacer las demandas de dichas situaciones. Nos ayudan a tomar decisiones y a adaptarnos a la realidad ya sea esta positiva o negativa. Por tanto, tienen una función adaptativa ayudándonos a adecuarnos al mundo que nos rodea.

Existen distintos tipos de inteligencia. La inteligencia emocional muestra la habilidad de una persona para conocerse a sí misma, controlar sus estados de ánimo, tener una gestión eficaz de sus emociones para poder vivir con una mayor serenidad.

La gestión emocional no es innata, sino que puede aprenderse a lo largo de la vida. Se trata de un aprendizaje que incluye habilidades tan importantes como comprender, controlar y modificar sentimientos y emociones propias, pero también, nos permite comprender mejor cómo se siente otra persona.

Esta gestión emocional es necesaria para bucear en un universo emocional que está lleno de sentimientos y emociones muy variadas como la envidia, la ira, el rencor, el sufrimiento, la esperanza, la ira, la paz de ánimo, la serenidad, el gozo...

Una correcta gestión de las emociones aporta calidad de vida porque ello implica que una persona es capaz de regular la ira que siente en un enfado. Otra situación posible es la de no recrearse en su propio dolor.


Buscar el equilibrio entre pensamientos y sentimientos 

La gestión emocional nos ayuda a entender que no somos agentes pasivos ante nuestros propios estados emocionales, sino que siempre tenemos la actitud de hacer algo al respecto cuando nos sentimos de un modo determinado.

Las emociones tienen un papel fundamental en la vida personal. De ahí que sea tan importante valorar el factor emocional y no solo el racional para poder armonizar ambos planos en la búsqueda del equilibrio de una vida feliz. Una gestión emocional que es necesaria en ámbitos de la vida muy diferentes: la vida personal, el contexto empresarial, las relaciones personales (pareja, amigos, familia) , los noviazgos y la relación contigo mismo.

No se trata de considerar el pensamiento racional como un factor secundario sino de poner la balanza en el equilibrio necesario porque durante gran parte del periodo histórico se ensalzó el valor de la razón en detrimento del conocimiento afectivo.