Las emociones existen porque cumplen una función, y aunque a veces las desventajas que presentan superan a las ventajas, estas situaciones son la excepción, no la regla.

El miedo, en concreto, es una de las emociones más poderosas de las que disponemos. Nos guste o no, su existencia condiciona nuestras vidas, a veces para bien (nos ayuda a evitar peligros) y a veces para mal (contribuye a que busquemos excusas para no esforzarnos en mejorar).

Sin embargo, hay casos extremos en los que este factor psicológico se convierte en todo un obstáculo con el que nos auto-saboteamos una y otra vez cuando nos proponemos salir de la zona de confort e iniciar algo nuevo que nos hará bien. Ir a hablarle a una persona que nos gusta, empezar una carrera universitaria, ir al gimnasio, ir al dentista…

En estas ocasiones aparece un fuerte sentimiento de frustración y un pensamiento del que no nos podemos desprender: “¿por qué tengo miedo y no me enfrento a mis temores?”. Entre las principales causas, encontramos las siguientes:

1. Traumas: La huella emocional que dejan en nosotros los traumas hacen que dirijamos la atención hacia todo aquello que hipotéticamente puede llevarnos a vivir esa experiencia (o una similar) de nuevo. Por eso, muchas personas con traumas tienen una gran facilidad para entrar en un estado de hipervigilancia del que es completo salir.

2. Falta de autoestima: La falta de confianza en uno mismo contribuye a que la persona experimente miedo por muchas cosas, ya que no se siente preparada para afrontar algunas áreas de la vida. En concreto, aquellas que involucran relaciones personales son típicamente una fuente de temores e inseguridades.

3. Situaciones de maltrato y de abuso: En algunos casos, el miedo está enraizado en un problema relacional que por definición va más allá del de la persona.

Cuando se sufren los ataques de otra persona o de un grupo de ellas, el estado de hipervigilancia aparece como mecanismo de protección, aunque a costa del bienestar psicológico. Por supuesto, esto no significa que la persona que lo sufre sea la culpable de esto; todo lo contrario.

4. Propensión genética: No hay que olvidar que el factor genético también cuenta. Esto no significa que tener cierta estructura de ADN nos predestine a tener miedo constantemente, pero sí que algunos conjuntos de genes nos vuelven más propensos a desarrollar miedos persistentes.

 

Señales de que se vive con temor

Algunas de las características típicas que presentan estas personas son las siguientes. Todas ellas son similares a las que aparecen en la mayoría de las fobias, en las que hay un estímulo concreto que desencadena crisis de ansiedad.

1. Miedo desde primeras horas: Al empezar el día, ya están pensando en que tendrán que pasar por algo que les da miedo.

2. Sentir molestias físicas de todo tipo: Vivir con un miedo constante genera un desgaste físico que se va acumulando día tras día: tensión muscular, malos hábitos de sueño y de alimentación, etc.

3. Evitación de situaciones normales: Muchas personas tienden a exponerse a contextos habituales del día a día ante la perspectiva de que las cosas se tuerzan y aparezca algo capaz de dañarlas.

 

Cuáles son las consecuencias de tener miedo a todo

Es evidente que padecer de panofobia trae consigo varias consecuencias en la persona que la sufre. Por mencionar algunas de ellas, se destacan las siguientes:

  • La persona termina por aislarse de la sociedad para no despertar sus miedos.
  • Es incapaz de conseguir sus metas y objetivos personales.
  • La persona experimenta todo el tiempo mucho malestar no solo emocional sino también físico.
  • Se deja de tener una vida con sentido.
  • El tener miedo a todo impide que la persona sea autónoma e independiente.
  • Se vive con una tensión constante la cual puede terminar en desencadenar otro trastorno mental o físico.
  • En casos muy graves pueden aparecer delirios, pesadillas, visiones, entre otros problemas de percepción.
  • Se va deteriorando cada vez la autoestima

 

¿Qué hacer para combatir esta ansiedad y el miedo?

A la hora de tomar medidas contra este malestar y solucionar las causas psicológicas de este miedo, puedes seguir estos pasos.

1. Practica ejercicios de respiración: Controlar la respiración ayuda a “domar” el estado emocional en el que uno se encuentra. Por eso, adoptar el hábito de hacer ejercicios de respiración controlada puede ayudar mucho.

2. Exponte a tus miedos poco a poco: Empieza con situaciones que te den un poco de miedo, y ve enfrentándote a otras que generen más temor en ti, siguiendo una curva de dificultad ascendente. Así aprenderás a través de tu experiencia que no hay tantos motivos para sentirse de esa manera ante cualquier situación mínimamente ansiógena.

3. Busca ayuda profesional o ve al psicólogo: Esta opción tampoco debe ser descartada si no se producen avances significativos con los anteriores. Afortunadamente, el poder de la psicoterapia a la hora de ofrecer ayuda a personas con miedos y problemas de ansiedad es muy elevado, y se ha demostrado efectividad a través de la utilización de varias técnicas realizadas bajo supervisión profesional.